Hace muchos años, cuando aún mi esposo no había recibido la iluminación de conciencia y el dolor de sus pecados, buscaba la manera de hacer más llevadera mi cruz, es como ir cuesta arriba y pensar de qué forma me acomodo esta cruz tan pesada con tal que no me pese tanto en mi hombro, como reacomodarla, pasarla de un lugar a otro para continuar adelante.

Los insultos de parte de mi esposo proferidos a mi persona, su temperamento machista y agresivo no ayudaban para nada en este proceso, me llenaba de ira y miedo, no había paz en mi vida por esta razón, tenía que buscar la estrategia para ser feliz, teniendo en claro que la meta final es llegar al cielo, pero con tanto maltrato físico, verbal, emocional, psicológico y económico, no me lo hacía nada fácil, sí, iba a misa todos los días y de una a tres veces por semana con el Santísimo por mis quehaceres y el trabajo, pero eso sí, todos los días rezaba el santo rosario no sé cuantas veces al día, lo que me hizo meditar en las virtudes de María, y sabía que ni al caso de parecerme a ella, mi corazón estaba lleno de dolor y tristeza, amaba a mi esposo pero siempre me trataba de inventarme la manera de perdonarlo un día a la vez, sin embargo, las heridas cada vez eran más grandes.

En una ocasión, una «amiguita» y yo fuimos con el sacerdote de nuestra comunidad a quejarnos amargamente de nuestros esposos, y lo que nos dijo el sacerdote quien siempre nos veía en misa me movió para siempre: Si tu esposo no es santo, es porque tú, como esposa tampoco lo eres… Esta frase me cimbró profundamente, recuerdo que fui a la capilla a meditar y a pedirle a Dios que me dijera cómo podría alcanzar la santidad con un esposo así, cómo dar ejemplo de santidad si todo el tiempo me defendía, si él me gritaba yo le gritaba, nos agredíamos mutuamente, siempre lo he dicho en mis prédicas, la destrucción del matrimonio es responsabilidad de ambos, uno que grita y el otro que se defiende, quién más, quién menos, eso no importa, las agresiones terminan por destruir el matrimonio.

Yo no sé qué sucede estando frente al Santísimo expuesto, pero nos cambia la vida radicalmente, de repente me desesperaba por su silencio, mi capacidad de comprender sus designios era pequeñita, me ensimismaba en mi problema; en esa ocasión, saliendo de la capilla de adoración perpetua y al llegar a mi casa, me llegó un pensamiento, ver a Jesús en la persona de mi esposo, amar a Jesús en mi esposo, esto definitivamente fue obra de la adoración y del Espíritu Santo ¡Ah! La importancia de dedicarle tiempo al Santísimo, así sean cinco minutos, de verdad que nos cambia la vida, nos cambia los pensamientos, nos da sabiduría infusa, pues Dios todo lo hace nuevo.

Debo confesar que no fue nada, pero nada fácil, pues no solo es ver a Jesús en mi esposo, es trabajar en mí misma para perdonar inmediatamente y actuar como actuaría Él en esas circunstancias; al principio caía en desesperación constantemente, recuerdo que llegó mi esposo esa noche exigiendo a gritos que lo atendiera y le sirviera de cenar, y comenzaron los insultos de su parte hacia mi persona, cabe mencionar que nosotros no comíamos como él, daba muy poco dinero, que solo me duraba para dos o tres días y el me daba cada ocho o diez días pues decía que era su dinero y que no tenía porque darnos, así que, lo que cocinaba él me lo exigía porque para eso daba, mis hijos comían de lo que los vecinos les daban y yo me alimentaba con unas cuantas galletas y un vaso de leche al día, por mucho tiempo así fueron las cosas, era insostenible la situación, me sentía físicamente y mentalmente agotada porque no podía tener una alimentación adecuada, y pensar en esas circunstancias en querer ser santa, me costaba mucho trabajo, no podía separarme de mi esposo porque como muchas madres lo hacen, tendría que dejar solos a mis niños pequeños todo el día para trabajar, y eso es muy peligroso, y desgraciadamente muchas mujeres se ven en la necesidad de hacerlo, temía tanto algún abuso sexual hacia mis hijos, o algún robo de ellos, que no me atreví a separarme de mi esposo mientras mis hijos fueron pequeños, pero insisto, era insostenible la situación. En esa ocasión recuerdo que le serví a mi esposo el plato de la poca comida que había hecho para él solamente y me repetía a mi misma: Debo ver a Jesús en mi esposo, debo ver a Jesús en mi esposo, tomé el plato y pensé en ponerlo en la mesa con una sonrisa, sin embargo, al voltear a ver a mi esposo, me miró con tanto desprecio y me gritó y me dije nuevamente a mí misma: ¡Ay no Dios! Es imposible verte en mi esposo y le aventé el plato de comida y le grité: Estoy intentando ver a Jesús en tu persona para no odiarte, para amarte, para servirte con amor, pero no ayudas para nada, es imposible ver a Jesús en ti, Jesús no me maltrataría como tu lo haces. Y me retiré a mi habitación a llorar mi fracaso en todos los aspectos incluyendo el fracaso de no poder ver a Jesús en mi esposo.

La práctica hace al maestro, iba constante al Santísimo, y rezaba el rosario por mi esposo diario y por mi liberación, en mis peticiones cotidianas estaba la conversión de ambos, no solo la de mi esposo, tenía muy en claro que debía trabajar ambas partes y la fe y la confianza en Dios se convirtió en la pieza primordial y clave en todo este proceso, se convirtieron en el motor de mi espiritualidad, aún que me decía el mundo que jamás iba a convertirse mi esposo y que mi situación no cambiaría ¡Esa costumbre de quitarle a Dios su omnipotencia! Incluso de parte de algunos sacerdotes que me llegaron a pedir que me separara de mi esposo y comenzara el trámite de la nulidad eclesiástica, como si esta se otorgara por las faltas y pecados del cónyuge, tienen que revisar causales de nulidad, y estas son desde el inicio del matrimonio, ver que no hubo matrimonio, no nulificar un matrimonio que, habiendo recibido cabalmente el sacramento y por los pecados de alguno de los dos o de ambos  se rompa el sacramento, eso no existe, es como algún sacerdote que después de ordenado comete actos impuros o roba etc. Esos pecados que muchos señalan de algunos sacerdotes para justificar su nula participación de una vida sacramental y espiritual, estos pecados del sacerdote no le quitan su sacramento, es lo mismo, no se puede nulificar un sacramento matrimonial cuando sí lo hubo desde el principio, pero esto es otra cosa, no se puede limitar el poder de Dios bajo ninguna circunstancia porque nada, absolutamente nada es imposible para Él (Lc 1,37) y bajo la perspectiva del evangelio continué creyendo ¿Cómo un Dios que creo el cielo y las estrellas y todos los universos existentes e inimaginables lo visible y lo invisible, no tiene el poder de cambiar un corazón con el poder de la oración? Ese no es mi Dios, es el dios de los que no creen, y quien no cree no tiene esperanza ni fuerza para continuar ¿De dónde se sacan fuerzas? De la fe, y el Espíritu Santo la da en respuesta a ello, pues lo que comenzó con mucho sacrificio, dolor y entrega diaria se convirtió primero en don, llegó el momento en que la práctica del amor y el trabajar en mí misma, en dominar mi temperamento y mi fragilidad ante los insultos y desprecios de mi esposo, dio por resultado que primero yo cambiara mi sentimiento y actitud de ira, primero me cambió a mí misma, y si ya no continuaba en responder las agresiones ya no tenía motivo de decir nada mi esposo, pues para que haya pleito se ocupa de dos, sí, mucho tiempo y aunque no respondiera sus agresiones continuó mi esposo gritando y ofendiendo como consecuencia de su incapacidad de amar de su egoísmo y soberbia y con la oración y principalmente el santo rosario los demonios poco a poco fueron huyendo; así poco a poco dejó de insultar, ese don que llegó fue la paciencia y la perseverancia.

Después de varios años, ese don se convirtió en virtud, fueron años de orar de rezar de perseverar, de comulgar diario de adorar al Santísimo, hubo tiempo en el que pude hacerlo a diario, hubo tropiezos y desgaste emocional sí, caídas también, humanamente se vale pero me levantaba y me sacudía el polvo y continuaba adelante, y durante todo este proceso, vino la separación el divorcio, la reconciliación la restauración la iluminación de conciencia en mi esposo y su propio proceso de conversión, estoy consciente de que la oración por mi esposo y por nuestro matrimonio será hasta el ultimo día de nuestra vidas, siempre, hasta que alguno de los dos fallezca.

Así que, después de volver a unirnos nuevamente y de subirnos a la barca juntos ya con Jesús en ella, porque el matrimonio es de tres, Jesús y nosotros dos, llegó la hermosura de la virtud. En mi esposo aparecían lo rezagos de su temperamento y sus defectos dominantes, así es en un proceso de conversión, no puedo exigir a mi esposo que esté en un nivel de santidad como le sucedió a San Pablo, de inmediato, generalmente no es así, pero el don de la paciencia me llevó a amar a Jesús en su persona y es ahí, en ese preciso momento en que te das cuenta que ya es muy fácil ver a Jesús en tu esposo, hasta en los pequeños detalles se puede trabajar en la virtud máxima que es la santidad, pues da un gusto servir a Jesús cuando estás ya muy cansada o enferma, no te importas tú, te importa ver feliz a tu esposo porque sabes que Jesús es feliz en él por ti, hay muchas pruebas de fuego que superar para llegar a este punto, pero vale la pena intentarlo y hacer diario un esfuerzo hasta que el amor se dé por sí mismo a través de tu persona, así que, después de tantos años desde que esa frase me cimbró en el alma de aquel sacerdote de que si mi esposo no era santo era porque yo tampoco lo era, me llevó a trabajar en ello aproximadamente quince años, y quiero continuar amando a Jesús en la persona de mi esposo, sea como sea, con sus defectos y virtudes, amarlo todo, amarlo siempre, no hacer de mi esposo un dios, porque esto estaría desvirtuado, además no puedo, he colocado en mi escala de valores lo más importante en orden y primero es Dios, después mi sacramento, mi estado de vida, ósea mi esposo, después mis hijos y así sucesivamente.

La invitación está ahí, si yo pude, tu también puedes, no te desanimes porque escuchas que son tantos años de práctica espiritual para alcanzar virtudes semejantes a las de María; cuando decidas comenzar este proceso en tu vida, no estarás sola, nunca, Jesús nunca abandona a sus hijos, mucho menos en sus grandes batallas diarias, y la recompensa, serán grandes bendiciones, cree y tu milagro ya está hecho. Dios te bendice y María Santísima te protege.

19 de agosto de 2020

Santa Cecilia Flores Dueñas.